CAPÍTULO 25
1
Del diario Clarín, 27 de Noviembre de 2014
LA CATÁSTROFE DE SAN IGNACIO: EL MISTERIO CONTINÚA
A una semana de ocurrido el extraño hundimiento del
pueblo de San Ignacio, que ocasionó 125 muertes, más de 600 heridos y daños
materiales calculados en 2 millones de dólares, las autoridades aún continúan
investigando el origen de la falla geológica. ¿Se trató de un movimiento
natural de la tierra, o de algo provocado por el hombre? Los estudiosos aún no
se ponen de acuerdo al respecto.
Sergio
Victonte, Secretario de Minería y Recursos Naturales de la Provincia, descarta
que el enorme hundimiento del suelo, que dejó un cráter de más de dos
kilómetros de diámetro, se explique por un colapso de la mina de plata excavada
en la base del Monte Herodes. “Si bien las galerías de la mina quedaron
sepultadas bajo esta inesperada falla, los trazos de los antiguos mapas no
coinciden con el epicentro del cráter. De hecho, estamos seguros que las
excavaciones de la mina no se encontraban debajo del pueblo, sino que éstas se
orientan hacia la base del Herodes”.
Otra
explicación posible viene del lado del río subterráneo que cruza el pueblo en
dirección norte- sudeste, y que desemboca en el acuífero principal del
Puelches. ¿Hubo algún movimiento sísmico que desvió la corriente del río, y que
provocó que los conductos bajo tierra colapsaran? Los investigadores se
encuentran discutiendo sobre este tema, y prometieron reflejar sus conclusiones
en las próximas horas.
Lo cierto
es que el testimonio de los sobrevivientes se multiplica. Muchos de ellos juran
haber escuchado, instantes antes de que el piso cediera, una detonación seca
bajo sus pies, por lo que la teoría de que el desastre ha sido obra del hombre
aún no se encuentra del todo descartada…
2
Quiroga sacó una bengala del bolso impermeable y la
encendió. Retrocedió un par de pasos. Se agachó para recoger algo. Dan se dio
cuenta, horrorizado, que se trataba de una babosa bebé. Su cuerpo gelatinoso y
uniforme no debía ser más grande que una pelota de fútbol. Los tentáculos eran
transparentes y muy finos. Se enroscaron alrededor del brazo de Quiroga y luego
algo, un quejido, escapó de algún lugar de su pequeño cuerpo.
El aluvión
de babosas se había detenido en la entrada. Como para acentuar la amenaza,
Quiroga acercó la bengala al cuerpo del bebé, que de inmediato trató de trepar
por sus hombros.
-Si no se
detienen ahí mismo, hijas de puta, juro que les quemo al mocoso. Lo entienden,
¿verdad?
Las babosas, en efecto, parecieron entender.
Sus tentáculos se agitaban furiosos, pero no se atrevían a avanzar más allá de
unos pocos metros de la caverna. El hedor que emanaban era insoportable. Dan
comenzó a sentir arcadas. Echó un vistazo a Liana, que se encontraba acurrucada
al lado del hijo de Quiroga. Sus ojos estaban hundidos y tenía un horrible
color en el rostro. Los labios se movían como si dijera algo, por lo que Dan se
acercó para escucharla.
Mientras
tanto, las criaturas parecían deliberar. O simplemente esperaban. Cuando la
bengala comenzó a extinguirse, Quiroga de inmediato encendió otra, y cuando
ésta también se apagó, el hombre hizo la siguiente advertencia:
-No voy a
encender más de estas; sólo tengo unas pocas. Pero puedo verlas, malditas-
señaló la bola azulada que, débilmente, apoyada en una roca, iluminaba el
interior de la caverna-. En cuanto vea que uno de sus asquerosos tentáculos
avanza un centímetro más, juro que achicharro al bebé.
Las babosas
no respondieron, tampoco dijeron nada. Simplemente permanecían en la boca de la
caverna, sellando con sus cuerpos gelatinosos la entrada de piedra, como si
quisieran asegurarse de que nadie vivo saldría de allí. Dan acercó el oído a
los labios partidos de su mujer, para poder escuchar lo que ésta decía. Pero
Liana se había sumergido en una especie de intranquilo sopor y ya no murmuraba
más nada. A su lado, el chico de Quiroga parecía un tétrico muñeco; los ojos le
brillaban como obsidianas, y una espuma reseca cubría los alrededores de la
boca.
Pasaron
unos minutos. Unos largos y pesados minutos. Nada en la caverna había cambiado.
Quiroga se había plantado frente a las criaturas y no se movía de su sitio,
casi ni parecía respirar. La babosa bebé le trepaba por el brazo, por el
hombro, y cada tanto lanzaba un quejido que inquietaba aún más a las criaturas.
Dan se arrodilló frente a Liana y la sujetó por la cabeza. Comenzó a
acariciarle el pelo, al tiempo que se preguntaba si Quiroga tendría algún plan,
alguna treta que los sacara de allí. Miró hacia atrás, hacia el sitio donde,
según el barbudo, se encontraban las babosas viejas y a punto de morir. Unos
tentáculos débiles y estremecidos asomaban de una especie de fosa cubierta de
agua turbia. Era imposible saber cuántos de esos bichos había allí, pero al
parecer Quiroga había tenido razón: no representaban ningún peligro para ellos.
Liana se
removió en sueños y murmuró algo. Dan le acarició el cuello y la cara y la
mujer pareció tranquilizarse.
Las babosas
comenzaron a emitir un zumbido.
-¿Qué
hacen?- se inquietó Quiroga. Encendió otra bengala y la acercó al cuerpo del
bebé, que de inmediato trató de escurrirse por entre sus manos-. ¿Qué piensan
hacer? ¡Mataré a esta cosa! ¡Lo juro!
-Cálmese-
dijo una voz en la oscuridad.
Ambos
hombres miraron hacia el origen de la voz. Una figura emergía de entre el
tumulto de las babosas. Era un humano, un anciano que Dan había visto en la
orilla del río, instantes antes de que emprendieran la huida.
-Abel- dijo
Quiroga-. No avance un paso más, viejo traidor.
-Las
criaturas quieren negociar, mi estimado- dijo el anciano, deteniéndose a una
distancia prudente. Tenía una curiosa voz nasal, y enseguida, cuando Quiroga
alzó la bengala, se dieron cuenta por qué: un par de tentáculos se introducía por los orificios de su nariz, como dos repugnantes cánulas de oxígeno. Otro
tentáculo, éste mucho más grueso, se enroscaba alrededor de su cuello, y otros
tantos en el cuerpo y los brazos. Casi parecía un títere de carne y hueso… y
Dan, que mucho no entendía la situación, se dio cuenta de que la comparación no
distaba mucho de la realidad.
-La vida
del bebé, por la liberación de Lucas- dijo Quiroga, quien no parecía muy impresionado por el tétrico (y, en cierta manera, estrafalario) aspecto de Abel. Miró hacia atrás y señaló a
Dan-. Y por la de mi amigo, y su mujer.
Abel no
dijo nada, sólo quedó mirando al vacío, mientras las criaturas se debatían y
zumbaban y emitían sonidos viscosos. Al fin, como si alguien le hubiese
susurrado alguna indicación al oído, el anciano asintió y dijo:
-Nadie
puede salir de aquí. Mucho menos Lucas. Lo necesitamos.
-Pues
entonces tendré que achicharrar al bebé.
Más
zumbidos y ruidos de tentáculos que se entrelazaban y golpeaban las paredes.
-Si lo
haces, tú, tu amigo y su mujer morirán.
-El bebé
también. No lo olviden.
Otra pausa.
Parecía una confrontación que se llevaba a cabo en otros niveles, como cuando
dos ajedrecistas se enfrentan en silencio frente al tablero. Dan pensó que
podrían estar mucho tiempo así, negociando una situación que podía tener ganadores
y perdedores por partes iguales. Pensó que era hora de jugar nuevas cartas.
-Diles que
yo tampoco voy a subir. Sólo Lucas y mi mujer. Eso hará las cosas un poco más
parejas.
-Las
babosas no te quieren aquí- dijo de inmediato Abel-. No formas parte de sus
planes.
-¿Escuchaste eso, Dan?- dijo Quiroga alzando las cejas-. No das el
perfil, lo siento.
Muy a su
pesar, Dan se encontró riendo con Quiroga. Sabía que no era una risa de
felicidad, sino algo más bien similar a una risa de loco, que podía trastocarse
en un nervioso llanto en cualquier momento. “Jesús”, pensó mientras ahogaba la
risotada. “Si salimos de aquí, iremos derecho al psiquiátrico”.
-Creo que
no pasé el test de personalidad- dijo, y de inmediato tuvo que ahogar un hipido
de risa que le surgió desde lo profundo del pecho-. La babosa de relaciones
laborales dijo que no servía para el puesto…
Quiroga
trató de contenerse, pero luego su cuerpo se convulsionó y lanzó la risotada.
Dan no tardó en secundarlo y muy pronto las lágrimas corrían por sus mejillas
cubiertas de polvo. Pensó que se encontraban al borde de la histeria, si no lo
estaban ya, y que debían detenerse antes de que la situación se desbordara por
completo. Pero luego recordó lo que había dicho el viejo, eso de que él no
formaba parte de los planes de las babosas, y un nuevo acceso de risa hizo que
su cuerpo se doblara en dos.
Abel los
observaba con el ceño fruncido. A sus espaldas, las criaturas brillaban bajo la
luz de las bengalas.
-Cállense-
dijo Abel.
Esto, por
algún motivo, desató la hilaridad de los hombres, que aullaron y se aferraron
sus estómagos. “Esto no está bien”, pensaba Dan. “Estamos perdiendo el control.
Estamos…”
Sin
embargo, no podía parar. Quiroga, aparentemente, tampoco.
-¡He dicho
que se callen!
-¿Dan?
De
inmediato interrumpió la risa. Liana había abierto los ojos y lo observaba con
atención. La lucidez era patente en su mirada. Era como observar una gran
ventana con todos los cristales lustrados hasta la perfección. Hacía años que
Dan no le descubría una mirada así, y creyó saber lo que esto significaba.
Acarició suavemente su rostro y lo atrajo hacia sí, como si fuera a besarlo.
-Soy yo,
amor, sí. ¿Cómo te sientes?
-Estoy
muriendo.
Dan negó
con la cabeza. De reojo vio que Quiroga también se calmaba y miraba en
dirección suyo, pero de repente nada de esto le importaba ya. Lo que importaba
era Liana. Su rostro… parecía resplandeciente. Como si Liana de repente hubiese
rejuvenecido unos diez años. Volvió a negar con la cabeza y dijo:
-No digas
estupideces.
Pero sabía
que era cierto. Había visto esa misma mirada lúcida en los ojos de su madre,
minutos antes de que ésta falleciera de un cáncer de pulmón en la sala blanca
de un hospital oncológico.
-No
importa- dijo Liana-. He estado muy mal… He soñado.
-¿De
verdad?
Liana tragó
saliva. Sus ojos se desviaron durante unos segundos hacia Quiroga, y luego
regresaron para contemplar el rostro pálido y desencajado de su marido.
-Soñé con
ese hombre.
-¿Con
Quiroga? Pero si no lo conoces. ¿Estás segura?
-También
soñé contigo- dijo su mujer, sin prestarle atención. Y algo en su interior
cambió al agregar:- Y también con Amanda.
3
¿Por qué
Dan aún no había vuelto?, pensaba la mujer una y otra vez, mientras paseaba de
un lado a otro a través del terreno cubierto de hierbas. Algo debía haberle
pasado. Hacía más de una hora que había descendido por el pozo, junto con el
otro gordo con cara de degenerado. Amanda sabía que los tubos de oxígeno podían
proporcionarle aire durante cuarenta o cuarenta y cinco minutos, como mucho. Ya
debían haber regresado. Amanda se acercó al pozo y miró hacia abajo, hacia las
aguas quietas y turbulentas.
-¡Dan!-
gritó estúpidamente, como si el otro fuera a asomar la cabeza para preguntarle:
¿Qué quieres? Aún así, no podía evitar pronunciar su nombre-. ¡Dan! ¡Maldición,
Dan!
Estaba
atardeciendo muy rápido.
La cima del
Herodes se veía rojiza y los nubarrones parecían haber descendido, como si se
aviniera una gran tormenta. Un viento frío se levantó y le aterió la superficie
descubierta de su piel. Volvió a mirar hacia el pozo.
Se ahogó.
Era un
pensamiento horrible, tan horrible que Amanda corrió hacia el auto y se puso
los tubos de oxígeno a la espalda, dispuesta a ir tras él. Estaba buscando las patas de rana cuando
sintió una vibración bajo sus pies. Primero fue muy tenue, pero luego se acrecentó
hasta que pareció un verdadero terremoto. Los árboles de alrededor se
sacudieron y los vidrios del coche vibraron. Algunos pájaros salieron de los
pastizales y se alejaron en rápido vuelo, graznando aterrorizados. Amanda gritó
y se aferró al coche, temiendo perder el equilibrio, pero de repente el temblor
cesó.
Sólo un
pequeño sismo. Sólo eso.
Dan estaba
ahí abajo.
-¡Dan-
volvió a gritar la chica. El corazón le latía muy rápido y se sentía al borde
del llanto. Se acercó otra vez al pozo, con las patas de rana en la mano.
Allá abajo,
en el fondo, el agua burbujeaba como si estuviera a punto de hervir.
-¿Dan?- dijo
la chica, inundada de una súbita alegría-. ¿Eres tú, Dan? Oh, gracias a Dios…
El agua del
pozo comenzó a subir.
Amanda
primero observó aturdida el fenómeno, casi sin parpadear. Pensó que lo que
estaba viendo era imposible. Sabía que el agua de los pozos subía y bajaba de
acuerdo al caudal del río, pero, ¿tan rápido?
Algo allá
abajo rugía. El agua seguía subiendo y muy pronto estuvo a unos pocos metros de
la superficie.
La chica se
apartó a tiempo, antes de que el pozo se convirtiera en un gran géiser de agua,
cuyo chorro alcanzó unos veinte o treinta metros de altura.
Caían piedras
y trozos de guijarros. Amanda se cubrió la cabeza con las manos y, aullando,
corrió hacia el porche de madera de la casa abandonada.
El pozo
comenzó a hundirse.
Fue como si
alguien hubiese retirado un tapón. El pozo se fue haciendo más grande, más
profundo, arrastrando la tierra que se encontraba alrededor. Amanda, que se
encontraba ahora bajo la endeble protección del porche, escuchó que los
cimientos de la casa se quejaban, cedían lentamente a la fuerza gravitatoria
del pozo, que ahora ocupaba casi todo el jardín trasero.
Las tablas
del porche comenzaron a partirse, una a una. Una columna de madera emitió un
crujido y se hundió unos centímetros. El techo de tejas chirriaba y la casa
entera se inclinaba lentamente hacia el pozo, como rindiéndole pleitesía.
Amanda
soltó un grito y abandonó el porche, instantes antes de que éste se viniera
abajo con un terrible estruendo.
Corrió hacia
su deportivo. Ahora la tierra entera había vuelto a temblar. Grandes trozos de
terreno parecían hundirse y desaparecer en el Infierno. Los árboles caían como
bolos de boliche. Amanda estaba por llegar a su coche, que aún pagaba en
cuotas, cuando éste emitió un crujido metálico y se hundió girando sobre sí
mismo en un inmenso y súbito cráter. La chica se detuvo y regresó sobre sus
pasos, pero al cabo de unos segundos se dio cuenta de que no tenía hacia dónde
huir.
La tierra se
estremecía bajo sus pies. Un viento cada vez más huracanado secaba sus lágrimas
y levantaba grandes nubarrones de polvo. Amanda se acurrucó contra la pared de
un cobertizo y aguardó, temblando, la llegada de su muerte.
“Dan”,
pensaba una y otra vez. “Te amo, Dan. Ojalá estuvieras aquí conmigo…”
4
-Con…
Amanda- repitió Dan, incrédulo-. Soñaste con Amanda.
Sabía que
se estaba sonrojando intensamente. Los ojos de repente le ardían. Liana lo
conocía muy bien, sabría interpretar todos esos signos en él. Sin embargo, la
mirada de su mujer no parecía acusadora, sino más bien… cargada de tristeza.
Como si durante esa extraña y aparentemente premonitoria convalecencia hubiese
reflexionado sobre el tema, para luego llegar a una especie de resignada
aceptación. Pero, ¿cómo podía ser que ella supiera? ¿Acaso alguien le habría
dicho algo? Pero si esto era cierto, ¿quién?
-Los vi-
dijo Liana, como si hubiese adivinado todo su anterior hilo de pensamientos-.
Aquella noche, en el restaurante. Los vi. Sabía que me estabas mintiendo, que
tramabas algo, pero no podía adivinar qué. Así que te seguí con mi auto. Y
cuando te vi con esa mujer…- los ojos de Liana se humedecieron, y luego se mano
pareció crisparse, como si se aferrara a un doloroso recuerdo-. Parte de mí
murió esa noche.
-Liana,
quiero que sepas que nada, pero nada, ha ocurrido entre ella y yo. Sabes que…
Pero su
mujer no lo dejó terminar. Puso un dedo sobre sus labios, y sonrió con
amargura. Una lágrima oscilaba en la comisura de sus ojos.
-Eso ya es
pasado, Dan. Antes me importaba, pero ya no. Yo… lo eras todo para mí, ¿sabías?
Pese a que
no se encontraban en el momento ni el lugar adecuado, Dan sintió que los viejos
rencores volvían a ganarle, como cuando una enfermedad reincide en el cuerpo de
una persona que se creía totalmente curada.
-Y tú
también, Liana… pero es que, mierda, me lo demostrabas tan poco… A veces hasta
parecías cansada, o aburrida de mí…
-¿Y fue por
eso que te fuiste con Amanda?
-Yo no me
fui con Amanda, Li.
-Sabes lo
que quiero decir.
Dan cerró
los ojos un momento. Todo aquello le resultaba familiar, era el preludio de una
pelea mayor y de proporciones insospechadas. Ni siquiera ahí abajo, en la
oscuridad de una caverna repleta de horribles y agresivos seres, podían
librarse de ello. ¿Pero por qué? ¿Por qué siempre terminaban de esa manera,
atacándose con la ferocidad de dos enemigos que viven demasiado cerca uno del
otro para terminar de ignorarse?
-Sé que
querías un hijo- dijo Amanda de repente. Ahora la lágrima había abandonado la
comisura del ojo y corría, con total libertad, por sus mejillas. Con una mano
convertida en garra se señaló el vientre y lo acarició-. Y yo nunca podría
dártelo. Por eso fue que cuando te vi con esa chica, un círculo pareció
cerrarse. Tú me dejarías afuera de tu vida, y yo ya no tendría motivos para
vivir. Fue ahí que las criaturas comenzaron a hablarme.
Dan frunció
el entrecejo, confundido.
-¿Las babosas? ¿Estás hablando de las
babosas?
-Se llevan
a la gente que no tiene nada que perder- intervino Quiroga, que escuchaba la
conversación al tiempo que vigilaba a las criaturas de la entrada-. A la gente
desesperada. Liana está aquí abajo porque ella así lo quiso, Dan.
-No es
cierto.
-Sí que lo
es- dijo Liana, con tristeza-. Pero luego me arrepentí. La noche en que me
vinieron a buscar, me di cuenta de que aún te amaba, que debía luchar por tu
amor. Pero ya era tarde para echarse atrás. Todo lo que podía salir mal, salió
mal. Y ahora voy a morir. Lo siento, Dan. Yo sigo amándote, siempre te amaré.
La claridad
de sus ojos, aquel brillo lúcido que parecía abarcarlo todo, de repente comenzó
a extinguirse. Dan tomó a la mujer por sus hombros y la sacudió, pero ella no
reaccionó.
-¿Liana?
¿Liana, mi amor?
Pensaba
desesperadamente en qué decirle, qué hacer para que Liana quisiera seguir
luchando por su vida.
Y mientras
pensaba en esto, Liana cerró los ojos y exhaló un último y largo suspiro.
Fue así
como murió, en la penumbra de una caverna a cientos de metros de la superficie,
y Dan nunca pudo, quizás nunca supo, decirle que él también la amaba, que él
tampoco sabría cómo vivir sin ella.
5
-Lo siento,
colega- dijo al cabo de un rato Quiroga-. Hiciste lo que pudiste por ella. Era
su destino terminar aquí.
-No- dijo
Dan, limpiándose las lágrimas con sus dedos-. Yo la traje hasta aquí. Es culpa
mía.
Quiroga no
contestó. Tal vez se daba cuenta de que Dan se había encerrado en un Universo
al cual sólo dos personas podían tener acceso. Encendió otra bengala y acomodó
a la babosa bebé entre sus enormes manos. Y luego siguió esperando, mientras
Dan se inclinaba sobre el cuerpo de su mujer y le daba un beso en la frente.
6
-Hemos
llegado a una conclusión- dijo al cabo de un rato Abel, sobresaltándolos a
ambos. Habían pasado unos diez minutos. Cuando contemplaron al anciano, se dieron cuenta que ahora se veía notablemente desmejorado. La sangre manaba de su nariz y
boca. Tenía los ojos en blanco, como si estuviera en un profundo trance. El labio
inferior le temblaba incontrolado-. Dejaremos ir a su amigo. Y a Eugenio. Pero tú te
quedarás aquí abajo, sirviéndonos durante el resto de tu vida.
-Acepto-
dijo de inmediato Quiroga.
-¡No!- gritó
Dan-. ¿Estás loco? Yo no regresaré allá arriba con las manos vacías.
-Irás con
mi hijo- Quiroga señaló al chico inconsciente en el suelo-. Te encargarás de
que regrese con su madre. Es un favor personal que te pido, Dan.
-Pero…
-Por favor.
Es la única alternativa- se dio vuelta hacia Abel-. ¿Por dónde saldrán a la
superficie? Me imagino que no los llevarán en las tripas de esas cosas…
-Hay un
túnel que comunica con la mina de plata- respondió Abel-. Está ubicado al otro
lado del río, en la madriguera de las babosas. Yo mismo los acompañaré y les
mostraré el lugar.
Quiroga
asintió, como si esperara aquella respuesta.
-Fue por
ahí donde trajeron a Lucas, hace tantos años. Sabía que debía haber un túnel,
pero nunca pude encontrarlo.
-Las
babosas lo tapan con grandes piedras, para que nadie pueda encontrarlo. Pero
créame que existe.
-¿Siempre
supiste de su existencia, viejo traidor?
Abel dibujó
una especie de sonrisa. Fue algo tétrico de ver.
-Acabo de
enterarme.
-Vayamos
hasta allá.
-Primero
entrega al bebé.
-Cuando vea el túnel lo entregaré sano y
salvo. Le cambiaré los pañales si quieres. Pero primero el túnel.
Otra breve
deliberación. Por fin Abel asintió con la cabeza.
-Si le
haces algo, mataremos a tu hijo delante de tus ojos.
-Lo sé- murmuró
Quiroga. Se acomodó el bolso en el hombro y luego giró la vista hacia Dan, con
una mirada inéditamente avergonzada-. Contador, ¿podrás cargar a mi hijo? Yo
tengo las manos ocupadas- señaló la bengala y al bebé que trepaba
incansablemente por su brazo.
Dan
asintió. Sentía el cuerpo molido debido a la paliza del loco (y a todas las
otras palizas que había tenido que soportar en las últimas horas, tanto física
como mentales), pero sabía que podría hacerlo. Sospechaba que gran parte de eso
se debía a la droga de Quiroga. Dio un beso en la frente de su esposa y murmuró
una suerte de rápido aunque sentido rezo. Liana nunca había creído en la
religión, pero él estaba seguro que rezaba por ambos. Se acercó al chico de
Quiroga y lo alzó como si fuese un saco de patatas. Era alto y delgado, pero no
pesaba mucho; Dan sintió los huesos del adolescente que se le clavaban en la
espalda. Años de mala alimentación y estrés sostenido, pensó. Dirigió a su
mujer una última mirada y luego dijo:
-Por favor,
Quiroga, si tiene tiempo, encárguese del cuerpo de mi mujer. No lo deje aquí
tirado, como a una carroña, ¿sí?
-Por
supuesto, amigo- dijo Quiroga-. Por supuesto.
Avanzaron
hacia las criaturas. De inmediato éstas se abrieron para dejarles paso. Quiroga
iba el primero, con la bengala en alto, sosteniendo al bebé como quien sostiene
una botella. Ríos de transpiración corrían por su rostro y cuello. Dan percibió
por primera vez que se veía avejentado; ya no presentaba esa llamativa
vitalidad que lo asemejaba a una suerte de malhumorado super héroe del tercer
mundo. Después de todo, el tipo había pasado las mismas penurias que Dan, sino
peores, y eso tarde o temprano hacía mella en el físico más preparado. Aunque
pensó que también había otra cosa… algo relacionado con la forma en que sus
manos temblaban imperceptiblemente…
-Si siento
que uno de esos tentáculos me toca, uno sólo, quemo al cachorro, ¿escucharon?
Abel los
observaba en silencio. Cuando Dan pasó a su lado, el anciano le guiñó un ojo y
sonrió. Los tentáculos pendían de su nariz como los mocos más grandes y
asquerosos del mundo.
Comenzaron
a regresar sobre sus pasos, esta vez pendiente abajo. Vieron el cuerpo del
desafortunado loco: sólo quedaban tripas aplastadas y jirones de piel. Dan a
punto estuvo de resbalar en la inmundicia. Quiroga se volvió para sostenerlo, y
en el mismo movimiento sus rodillas parecieron aflojarse. Cayó hincado sobre el
suelo; Dan lo observó alarmado.
-¿Está
bien?
-No- dijo
Quiroga-. Hay algo que nunca le dije… ¿Recuerda aquella droga que le di antes
de bajar hasta acá?
-Claro.
Estuvo a punto de matarme, ¿cómo no la voy a recordar?
-Soy adicto
a ella. Debo tomar una dosis cada veinticuatro horas, o de lo contrario mi
cuerpo colapsa.
-Mierda.
¿Qué hará aquí abajo?
Quiroga
ensayó una suerte de dolorosa sonrisa.
-Me las
arreglaré- dijo-. ¿Me ayuda a levantarme?
-Claro-
dijo Dan.
Como pudo,
forcejeando con el muchacho inconsciente a sus espaldas, tendió la mano a
Quiroga. Y de inmediato sintió que algo frío se le introducía por el cierre
entreabierto del traje de buzo. Miró a Quiroga, sorprendido, y éste le guiñó un
ojo.
La pistola.
Todo lo
anterior había sido una farsa del barbudo para agacharse y recoger el arma. Dan
sintió que su admiración por Quiroga se acrecentaba cada vez más.
-Estoy
bien- dijo Quiroga en voz alta, dirigiéndose hacia el tumulto de babosas que
los rodeaban-. Todavía no estoy acabado, malditas.
-Nosotros
nos encargaremos de eso, no se preocupe- dijo Abel, que caminaba detrás de
ellos, siempre con esos tentáculos introducidos en su cuerpo-. Tenemos muchos,
muchos años por delante para lograrlo.
Siguieron
caminando. Al cabo de unos pocos minutos, habían llegado a la orilla del río.
-Hasta aquí
llegó usted, Quiroga- anunció Abel-. Cruzaremos el río sólo su hijo, su amigo y
yo. Pero primero entregue al bebé.
-No lo haré
hasta que hayan llegado al otro lado de la orilla, y mi amigo me diga que está
todo bien. Y quiero que usted vaya solo, no con una de esas mierdas de
tentáculos metidas en su culo.
Las
criaturas parecieron meditar unos segundos. Abel luego asintió.
-Entregue
el bolso con los explosivos. Puede quedarse con una bengala.
Quiroga
arrojó el bolso a los pies del anciano, que de inmediato se vio liberado por
los tentáculos de las babosas. Abel emitió un largo siseo, como si volviera de
un estado prolongado de inconsciencia, y se limpió la sangre de la cara con el
revés de su camisa. Unas manos recogieron el bolso: se trataba de una de las
mujeres, que acababa de salir de entre las criaturas, los ojos apagados y
vidriosos. También tenía una docena de tentáculos alrededor de su cuerpo.
Abrazó al bolso como si se tratara de un peluche y luego volvió a hundirse en
el mar negro de criaturas, donde Quiroga jamás la volvió a ver.
-Nos
veremos en un rato- prometió Abel.
Se metió en
las aguas del río y comenzó a nadar hacia la orilla opuesta. Dan se volvió
hacia Quiroga.
-Recuerde
lo que le dije sobre su mujer.
-Lo haré. Y
tú recuerda lo de mi hijo. Deberás encargarte de él. Ser el padre que yo nunca
pude ser. O al menos intentarlo. Sé que es mucho pedir, pero creo que lo harás.
Eres un buen hombre, contador.
-Tú también lo eres, Quiroga.
-No lo soy-
dijo el barbudo con seguridad-. Ahora vete. Pero primero súbete el cierre del
traje, no vaya a ser cosa que te resfríes.
Dan
obedeció. Sabía que lo que en realidad pretendía Quiroga era asegurarse de que
la pistola no se mojara en el camino. Pensó en darle la mano, pero luego se dio
cuenta de que no era el momento para despedidas que no tenían ningún
significado.
-Volveré-
le susurró en cambio-. Volveré con un ejército.
Quiroga
abrió la boca para contestarle, pero luego pareció pensarlo mejor y no dijo
nada. Se le quedó mirando desde la orilla, la bengala encendida en una mano y
el bebé-babosa en la otra, mientras Dan se internaba en las heladas aguas del
río, nadando boca arriba para cargar con el hijo de Quiroga.
(Continuará...)
Ay pobre dan porque tuvo que.morirse liana! Es injusto. Espero que no se quede con amanda porque no me cae muy bien la verdad es una niñata! Y Quiroga uff se quedo ahí abajo... No se algo me huele... Prefiero no decir nada y esperar a otro capítulo. Saludos
ResponderEliminarArte: alba
Hola Alba. Me parece que, a diferencia de la del perro Cuco, la muerte de Liana estaba planificada en mi cabeza desde un primer momento. No creo que muera en vano, ya verás que algo pasará con eso. Hay que esperar otro poco, paciencia (últimos dos capítulos!!). Te mando un abrazo.
EliminarFantastico mi amigo mauro...como te dije antes...ahora q se sabe q ya llega el final,una quiere mas capitulos ppara leer....quien nos entiende...saludos desde Peru..charo....por cierto mauro como hago para leer los cuentos que no se abren por aca...gracias
ResponderEliminarSí Charo, a mí también me pasa con mis series y libros favoritos, las veo o los leo a toda prisa y cuando llego al final, empiezo a demorarme porque me da lástima jaja. Los cuentos que no están aquí fueron retirados porque no me gustaban y quería mejorarlos, así que tal vez algún día, cuando los corrija, se puedan leer en el blog. Abrazos!!
EliminarGenial Mauro. Porque Abel le giño el ojo?? Acaso tramara algo mmmm, bue ya veremos en la próxima entrega haja. Saludos
ResponderEliminarCreo que le guiñó un ojo porque le tenía ganas jaja. No, mentira, ya verás en el próximo capítulo, de verdad creés que Dan va a escapar tan fácil? :O
EliminarAbrazos!!
era re gay dan jajajajajajajajajaja
Eliminary toda esta novela terminaba en una escena obscena entre dan y abel y quien dice que quiroga y las babosas no participen jajaj.
Eliminarbueno pongámonos serios. emmm entonces espero con ansias el otro capitulo, ya me parecía que esas babosas tramaban algo ¬¬
Ahh y tambien me sorprendió la muerte de liana, aunque ya me lo esperaba, la verdad no me caia muy bien y yo la prefiero a Amanda jaja aunque no apoyo la infidelidad, pero si liana ya esta muerta, no hay mal que por bien no venga jaja
EliminarMaurooooo me encanta! Quiero seguir leyendo muchos capitulos mas. Se que tendra un final tragico como todas tus historias pero siento que sera el mejor de los finales! Wow de verdad es una gran historia :3 siento que tengo tantas preguntas jaja ya te dire todo muy pronto.
ResponderEliminarCon cariño <raizde9
Lucero :)
Hola Lucero, espero que el final sea tan bueno como yo espero que sea (y si no lo digo yo, quién lo va a decir jaja). De momento sigo escribiendo y corrigiendo los capítulos finales, uff, es muy difícil, tengo que ver que todo cierre y no olvidarme de nada. Veremos como sale. Abrazos!!
EliminarHola Mauro, mi nombre ea Elvis, he seguido esta novela ansiosamente. Me dio muuucha pena que muriera Liana y sobretodo despues de su confesion:(
ResponderEliminarTan solo espero Dan no se quede con esa tal Amanda, y Quiroga perdiendose en la oscuridad es algo que me erizo la piel. Gran capitulo 25 esperando pronto el proximo. Bye.
Hola Elvis, gracias por escribirme. Me parece que nadie quiere que Dan se quede con Amanda, jeje pobre chica, esto demuestra lo que la sociedad generalmente piensa de las mujeres que se meten con hombres casados. No era mi intención llegar a ese punto, de hecho Amanda era desde el principio la excusa para que Liana quisiera bajar con las babosas, pero bueno, son cosas que van surgiendo en el camino y que a mi entender lo hacen más interesante. Abrazos.
EliminarHola, Mauro, tanto tiempo.
ResponderEliminarMe gustó demasiado este capitulo (al igual que la mayoría). Quiroga terminó siendo una persona realmente admirable, o al menos hizo un acto admirable. Además, creo que este no se va ha quedar de brazos cruzados y algo debe estár tramando, aunque cabe la posibilidad de que me esté equivocando.
Por otro lado, no se que pensar con la (posible futura) relación de Dan/Amanda: Ya de por si, tanto Amanda como Dan estuvieron muy mal (pero creo que lo de Dan fue peor, puesto que es él quien debía ser fiel, no Amanda).
...Y creo que ví unos cuantos errores por ahí (Cuando Liana de dice a Dan que él quería un hijo, pusiste Amanda en vez de Liana... Y el otro que ví fue casi al final, cuando Dan le dice a Quiroga "Recuerda lo que le dije sobre SU mujer".
Aún así me ha gustado demasiado esta historia, esperaré atento el final, y también esperaré que sea un final en el que tanto los humanos como las babosas (que se confirmó que tienen sentimientos) terminen bien.
Bueno, me despido, quizás vuelva a comentar en el final de esta novela.
Un abrazo, cuidate.
Hola Facundo, gracias por escribirme otra vez. También vi los errores y ahora mismo los corrijo, de todas maneras, sé que la novela tiene muchísimos otros detalles, es algo inevitable cuando se hace sobre la marcha. Después tendré que realizar una profunda revisión para mejorarla.
EliminarBueno, espero que el cap. de mañana te guste. Abrazos.
Me quito el sombrero frente a usted ! Jaja. Increíble. Nunca me imagine lo de Liana, que triste, Dan llegar a todo esto, sufrió tanto, para ver a su mujer morir frente a sus ojos? Y sin poder despedirse de ella, tan solo le quedo un gusto amargo de una discusión. Que triste.. Y ahora Quiroga como se las ingeniara? Veremos el próximo martes me imagino.. o viernes. Espero que esta semana se pase rápido! Un abrazo de gol . Hacia mucho no comentaba la novela, pero obvio que la leía! Jaja
ResponderEliminarOk, al final hubo que esperar una semana, jeje, me está costando bastante terminar el relato, y además quiero que tenga el mejor final posible. Ojalá lo logre... Abrazos de goles!!
EliminarAquí Roger reportándose! (tardíamente) a pesar de que leí la historia hace unos días.. vuelvo para comentar.. me guardaré muchos comentarios para la parte final de esta fantabulosa y magnaficiosa historia pero acotaré con algunas cosas.
ResponderEliminar# Como que la confesión de Eliana me dejó uhmm,pos no la comprendo, de hecho no los comprendo a los dos!? Si no se hablaban ni demostraban su afecto, entonces se aman mucho ? jaja eso resultó irónico., aunque la monotomía en una relación lleva a eso.
# Por momentos me imaginé la escena de Dan y Liana, con espectadores como a las babosas en asientos de cine jaja , que situación para más bizarra tenía que ser esa jajaja Debo reconocer que ya lo veía venir. La muerte de Liana estaba premeditada, aunque la muerte de Cuco :(, eso si me tomó por sorpresa ( espero un homenaje para Cuco en el último capítulo xD jaja en serio, )
#Definitivamente el último capítulo tiene que cerrarse con broche de oro, algo como explosiones, sangre, babas, unicornios, suspenso y sobre todo sorpresa,
Hasta el próximo capítulo.! Mauro.. saludos subterráneos!
Hola Roger, el homenaje a Cuco supongo que estará en el último capítulo, veremos qué se puede hacer con eso. Al menos debe haber un reconocimiento a los caídos en batalla, ¿no?
EliminarY sí, al final habrá explosiones, balas, sangre y todo lo que se te ocurra, no podía ser de otra manera jeje.
Abrazos!!
Sólo alcanzo a señalar que sepone muy emotivo este desenlace. Además de mencionar un error que seguramente ya hicieron notar: pones un diálogo para Amanda cuando claramente era la voz de Liana.
ResponderEliminar2016-4-26 leilei
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