Autor: Mauro Croche
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* * * *
-Perdóneme padre, porque he pecado. Mi última confesión
fue hace dos años. Desde entonces he cometido varios pecados, pero ninguno como
el que me tiene a maltraer desde hace cuatro días.
El padre, con leve curiosidad, dirigió una mirada a
través de la celosía. Alcanzó a ver a un hombre corpulento, arrodillado frente
al confesionario con la cabeza gacha. Sus manos colgaban a ambos lados de su
cuerpo. Parecía alguien dispuesto a recibir la plegaria de absolución… o un
hachazo en la cabeza. El padre volvió a dirigir la mirada hacia sus propias
manos, donde un osario descansaba entre sus dedos.
-Continúa, hijo, continúa.
-¿Por dónde empezar? Creo que sería mejor contarle lo de
la muerte de mi esposa.
-Te escucho.
-Ella falleció hace unos quince meses. Cáncer de mama.
Ella… ella luchó contra su enfermedad hasta el último momento. Al final, de mi
querida Mary sólo quedaba un saco de huesos y piel… pero ella seguía luchando.
Creo que fue la lucha más conmovedora que vi en mi vida. Pero Dios no se apiadó
de ella. Falleció el nueve de Julio del año 2014, a los treinta y cuatro años
de edad. Y una parte de mí, qué le voy a contar, murió con ella. Sobre todo la
parte de mí que creía. Que pensaba
que las cosas que uno vive en esta vida sirven para algo. O que, al menos,
tienen un significado. Durante un tiempo lo seguí pensando… hasta que ocurrió
lo de hace cuatro días atrás.
-¿Qué ocurrió?
-Primero, debería contarle lo de la muerte de Mary. O
mejor dicho, lo que ocurrió después.
-¿Y qué ocurrió después?
-Hubo un funeral. Y mucha gente que iba a visitarme.
Familiares. Amigos. Personas que hacía años no veía. Trataron de darme
consuelo, pero uno no puede encontrar consuelo en las palabras vacías que se
les dicen a los deudos. ¿Cómo se supone que puede ayudar una frase como: “Ya
dejó de sufrir”? ¿Qué se supone que quiere decir eso? ¿Que es preferible la
muerte al sufrimiento? Si es por eso, entonces ya todos podemos dejarnos morir,
porque el sufrimiento forma parte de la vida, nadie está exento de él. Y no me
venga con que son pruebas que Dios nos pone en el camino. Yo sé que no es así.
Son, simplemente… cosas que suceden. Como cuando una piedra se desprende de un
acantilado. No significa nada. Es sólo eso: una piedra que se desprende del
acantilado. No tiene sentido buscar significados allí donde no hay nada más que
una casualidad.
-¿Y entonces?
-De todas esas personas que vinieron a visitarme durante
del velorio, hubo una en especial… Una chica. Luciana, vivía a la vuelta de mi
casa. Se notaba que era muy tímida y que le costaba acercarse para ofrecerme su
pésame. No era la primera vez que la veía, pero sí la primera que me fijaba en
ella. Vestía muy sencillo y su andar era cauto, como si temiera tropezarse con
alguien en el camino. Parecía una gacela olfateando el peligro… Se acercó por
fin y me dijo algo así como que Dios acogería a Mary en su seno. Textuales
palabras. Fue ahí que caí en la cuenta. Debí haberme dado cuenta antes, por su
forma de vestir pacata y su mirada huidiza. Luciana era Testigo de Jehová. Yo
no tengo mucha simpatía por las religiones, pero la de los Testigos es una de
las que más rechazo me da. No sé si habrá leído usted, Padre, alguno de esos
folletos que dejan en las puertas de las casas, realmente son patéticos. La
forma en que consideran a la mujer, poco más que figurita de porcelana que debe
quedarse en la casa para cuidar a los hijos. Los hombres no deben estudiar en
las Universidades, porque corren el peligro de caer en soberbia ante los ojos
de Dios. Y qué se yo cuántas tonterías más. Eso en cuanto a la ideología.
Porque con respecto al fanatismo… son únicos. No hay nadie más cerrado, ciego,
fanático y obtuso que un Testigo de Jehová. Discutir de religión con uno de
ellos es una completa pérdida de tiempo, es embarcarse en una discusión que
nunca tendrá final, pero tampoco principio. En fin. La vi a esa chica y me di
cuenta de que era Testigo de Jehová y una lucecita de malicia se despertó en
mí. Porque ésa fue otra consecuencia de la muerte de Mary: que yo me volví un
ser indigno. Había mucho rencor acumulado en mi alma. Quería que a todos les
fuera tan mal como a mí. Que todo el mundo se sintiera tan solo como yo. Y al
ver a esa chica angelical, de mirada tan ingenua y pura, que aún no había sido
tocada por el mal del mundo… No pude resistirlo. No hay peor cosa para un
miserable que ver a un ser lleno de luz caminando a su encuentro con los brazos
abiertos. Créame, Padre: ésa es la peor ofensa que en ese momento de mi vida
podían hacerme.
Así que lo hice. Comencé mi plan para corromper a la
chica. La invité a hablar a mi casa. Le dije que yo había perdido la fe y que
ella era la única que podía devolvérmela, a través de sus mensajes y sus
revistas de colores. Qué excusa barata, ¿no? Y sin embargo, ella lo creyó de
pies a cabeza. Gustosa, quizá pensando que cumplía una misión evangelizadora,
comenzó a leerme la Biblia y me hablaba de la palabra de Jesús, de los
Apóstoles, del mensaje que dejaba Dios en cada milagro del mundo. Y yo fingía
interesarme en sus falaces argumentos, pero en el medio dejaba caer ideas que
la incomodaban. Por ejemplo, citaba el famoso acertijo de Epicuro, aquel que
sostiene la imposibilidad de un Dios a través de la simple existencia del Mal.
O comenzaba a torcerle las preguntas hasta llevarla hasta un punto en que sólo
obtenía un azorado silencio de su parte. Ella al final se recomponía y
regresaba a su zona segura, pero yo sé que meditaba en mis palabras durante la
noche, dando vueltas sobre la cama y preguntándose cómo era que yo la había
confundido con tanta facilidad.
Podía ver cómo su fe tambaleaba día tras día, como un
árbol de raíces demasiado superficiales hostigado por un viento poderoso. Yo,
por mi parte, me sentía dichoso. Por primera vez desde la muerte de Mary,
sentía una especie de oscuro regocijo que se me clavaba en el corazón y me
hacía desear más. Hasta que un día… bueno, sucedió algo que nunca preví.
Porque yo sólo deseaba quitarle la fe, ¿entiende? Mi plan
no iba más allá de ver cómo su alma se marchitaba y quedaba tan negra y
devastada como la mía. Pero entonces comencé a percibirlo. Dije anteriormente
que nunca lo preví, y es cierto, pero también debí haberlo imaginado, porque
son cosas que suceden a diario. Y es que el mal… el mal ejerce una influencia
poderosa sobre la gente bondadosa, pero débil. Y eso fue lo que le ocurrió a la
pobre Luciana. Ella comenzó, lenta pero inevitablemente, a enamorarse de mí.
Creo que fue ahí donde debí interrumpir el proceso de
corrupción. Hacerme a un lado antes de que fuera demasiado tarde. Pero es que
Luciana era tan débil, tan dulce, tan tentadora… No pude resistirme. Fingí que
su amor se correspondía, y durante los primeros días de diciembre del año
anterior decidimos casarnos.
Demás está decir que la verdadera pesadilla de Luciana
comenzó allí. Yo, incapaz ya de contenerme, investido en mi papel de marido
contenedor y omnipotente, me dediqué a humillarla, de todas las maneras
posibles. Ella resistió con verdadero estoicismo y me ofreció la mejilla
siempre que pudo, pero era evidente que yo estaba acabando con ella. Enflaqueció
de manera notoria y su piel se volvió traslúcida, como la de una medusa. Dejó
de rezar por las noches y lentamente, casi en forma imperceptible, fue
entregándose a mi paciente oscuridad.
¿Le dije que los Testigos de Jehová son cerrados y
fanáticos? Son tan cerrados que discutir con ellos es como discutir con un muro
de piedra… Pero a veces también reaccionan. Supongo que lo hacen cuando ya no
tienen remedio… una especie de último y desesperado recurso.
Aún me pregunto de qué parte de su ser Luciana sacó las
fuerzas necesarias para alzarse ante mí y darme aquel veneno en la comida.
Eso fue hace cuatro días atrás… ¿o cinco? No importa. Lo
que importa es que yo me comí ese veneno disfrazado. Desde la primera hasta la
última miga. Y los retorcijones empezaron a la noche. Mi cuerpo se dobló en dos
y expulsó una sorprendente cantidad de sangre. Pedí ayuda a Luciana, pero ella
se había hincado para rezar, quizá por última vez. Sentí que me faltaba la
respiración y entonces… bueno, ahora estoy aquí, ¿no?
-¿Qué pasó con Luciana?
-No lo sé.
-¿Cómo no lo sabe? ¿Cómo puede no saberlo?
-¿Usted cree en la efectividad del Sacramento de la
Reconciliación, Padre? Es decir, si yo realmente me arrepiento de mis pecados,
¿mi alma estará a salvo del Infierno?
-Veo que ahora sí cree en Dios.
-No respondió a mi pregunta. ¿Lo cree, o no?
-Claro que lo creo. De lo contrario, no estaría aquí,
escuchándolo.
-Se supone que usted debe otorgarme una penitencia, y
luego la absolución, ¿verdad?
-Exacto. Pero de nada sirve si usted no realiza la
contrición, el arrepentimiento real del alma.
-Créame que estoy totalmente arrepentido de lo que hecho,
Padre.
-Yo le diría que rece el padrenuestro. Durante todo el
día, cada vez que tenga un rato libre. Que lo haga durante una semana, un mes,
un año si es necesario. Y pida perdón a Luciana por todo lo que ha hecho. Si
logra hacer esto desde su corazón, entonces logrará acercarse a la misericordia
de Dios.
-Lo haré, Padre, juro que lo haré.
-Yo te absuelvo de tus pecados, en el nombre del Padre y
del Hijo y del Espíritu Santo.
-Amén. Gracias, Padre.
-Ve con Dios, hijo. Y no olvides lo que te dije.
-No, Padre.
El Padre volvió a mirar a través de la celosía. El tipo
seguía allí, arrodillado. Su cabeza seguía gacha y las manos en la misma
posición que antes.
¿Y no había algo
que salía de su cabeza? ¿Algo parecido al humo?
-¿Hijo? ¿Sucede algo malo? Ya puedes retirarte si
quieres.
-No funciona.
-¿Qué cosa no funciona?
-La absolución. Vienen a buscarme.
-¿Quiénes?
-Aquellos que moran en el sitio de donde escapé.
-¿El sit… ¿De qué sitio estás habland…
El tipo de repente alzó la cabeza. Su boca se encontraba
abierta, y de ella salía humo y fuego. Sus ojos eran dos círculos oscuros
enmarcados por lágrimas de sangre. Alzó un brazo en dirección al Padre y comenzó
a temblar y a sacudirse. Su cuerpo se dobló hacia atrás y se sintió el crujido
de las vértebras al superar el ángulo de torsión permitido por la naturaleza.
El hombre comenzó a gritar.
-El veneno funcionó… Estoy muerto, Padre. Escapé del
Infierno para tratar de salvar mi alma con la confesión, pero no funciona… ¡No
funciona! ¿Por qué no funciona? ¿Por qué no funciona?
Las luces del recinto sagrado se apagaron. Comenzó a
escucharse una risa… la risa más enloquecida que el Padre había escuchado
jamás. Y gruñidos. Y voces que susurraban obscenidades en la completa
oscuridad. El Padre salió del confesionario y entonces sintió que unas manos le
rozaban la mejilla, jugaban con su sotana, fingían apretarle el cuello. Se hizo
atrás de un salto y las velas del altar se encendieron con un chispazo. En la
penumbra del atrio, vio que unas sombras deformadas se movían entre los bancos
del púlpito. Y alguien que gritaba y trataba de escapar. Con manos temblorosas
el Padre apretó el rosario y preguntó quién se encontraba allí: unas voces le
respondieron con aullidos y risas burlonas.
-¡No se atrevan a irrumpir en la Casa de Dios!- vociferó
el Padre apretando aún más el rosario-. ¡No se atrevan…
Las luces volvieron a encenderse.
En la iglesia no había nadie.
Nadie a excepción del sacerdote, que temblando se acercó
al lugar donde el pecador había intentado su desesperada Reconciliación.
Tampoco allí halló a nadie, a excepción de una marca de
fuego, perfectamente cilíndrica, que parecía haber carcomido la madera del piso
y se adentraba hacia una profunda, imposible oscuridad.
Que gran relato como siempre menuda imaginación,moraleja del cuento " no las hagas no las temas" enhorabuena otra vez Mauro! Un abrazoooooo
ResponderEliminarExacto, Manoli. Me alegra que hayas interpretado correctamente el cuento. Un abrazo
EliminarExcelente!!! me gusto mucho y ese final no me lo esperaba.
ResponderEliminarQue bueno que ya regresaron los viernes de cuentos de terror yeii :)
Daniela.
Gracias Daniela! Abrazos
EliminarEs pedazo de cuento el que te aventaste esta vez. Volvieron los viernes de terror!!!!! Todo un maestro mi compa! Saludos..
ResponderEliminarGracias Osiel! No se si volvieron los viernes, pero bueno, algo de eso hay. Saludos
EliminarGuao!, pero que historia!. Con un final bastante movido y caliente, jaja!. Vaya, pobra hombre. Al final no pudo eacapar del todo. Tuvo que purgar sus pecados de todas maneras. Es increible como una persona dolida puede llegar a hacer tanto daño solo para ver que los demas sufran igual que el. Pero es asi, personas asi hay muchas en el mundo. Que buscan corromper a otras personas y hacerlas sufrir y a final...tod se les escapa de las manos. Un grandioso cuento amigo!.¡Espero la próxima historia!. ¡Saludos desde Venezuela!
ResponderEliminarGracias Ongie! Gente como el personaje hay por todos lados, pero por suerte también hay de los otros. Saludos desde Argentina!
EliminarTenaz!!! Que historia!!, por cierto, encantadora.siempre dejándonos con la boca abierta y con un waw, y esperando, rogando que llegue el viernes,fascinante Mauro...
ResponderEliminarGracias Alexandra! Te veo comentando acá y en la fanpage, saludos!
EliminarMe decepcionas Mauro por q tocar un tema como los testigos de Jehová para un final sin relación como este el echó de q no te caigan bien los tj no quiere decir q seamos unos cerrados o nos tengan a las mujeres solo como muñequitas algo bueno en los tj es q respetamos sus creencias a pesar de lo incoherente q sean
ResponderEliminarKary, quien emite esa opinión no soy yo sino el personaje, yo realmente no tengo nada con los testigos de Jehová, de hecho conozco muchos y no los cuestiono ni me fijo en esa faceta, además fíjate que el personaje es un tipo odioso, despreciable, que justamente agarra a la chica porque la ve muy pura y bondadosa y él quiere corromperla, aprovecharse de su ingenuidad y tratar de llevarla al lado "oscuro". También he escrito sobre personajes que hablan del gusto por la matanza de animales, y eso no quiere decir que esté de acuerdo con ellos, simplemente son personajes que deben tener su propia voz. Lamento el malentendido. Un saludo.
EliminarEsta bien mau no te apures un beso ybn abrazo
ResponderEliminarEsta bien mau no te apures un beso ybn abrazo
ResponderEliminarimpresionante mauro como siempre tus cuentos son para peliculas... la imaginacion puede volar libre y los escalofrios y el terrror se hacen presentes...
ResponderEliminarBuenísimo, gracias Mauro
ResponderEliminarKary Aburto coincido contigo en tu opinion pero leyendo la respuesta de Mauro ahora conincido con el jajaja
ResponderEliminarhola!! soy nuevo aca pero e venido leyendo historias desde hace dias y me encantan
saludes desde nicaragua!!!!
Mauro, ya llevo leyendo tus cuentos hace un tiempo y sigo con el mismo pensamiento: Son muy, por no decir demasiado, buenos. Sigue así. Un saludo
ResponderEliminarun excelente final :)
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